Solemos olvidar que lo salvaje no está reñido con lo elegante. Pero afortunadamente tenemos a Eva Ryjlen para recordárnoslo. Ya lo hacía cuando era la mitad femenina de Idealipsticks. Y cuando pensábamos que con su disolución aquella magia se quedaría en un recuerdo ceniciento, la Ryjlen, despojada ya de la responsabilidad de rockear y de la tiranía del inglés para el público nacional, resurge con un pop en ocasiones oscuro y dulce, elaborado y luminoso en otras, pero siempre poderoso y sugerente.

No estamos hablando de una mera cantante de melodías bonitas. Eva Ryjlen es una artista integral que en esta nueva etapa explora los límites de su enorme talento con toda la profundidad que le permite la libertad de no responder más que a sí misma. Sigue presente su olfato casi felino para combinar lo popular con lo elevado, el baile sensual con el escapismo psicodélico y un trasfondo personalmente rico y complejo, la voz propia de una compositora que trasciende sus influencias y alcanza con plenitud su madurez. Una autora de las que, en nuestro país, sólo hay una por generación. Demos gracias por tenerla entre nosotros.